Este representativo pintor del siglo XIX nació en Aragón. Concretamente en la localidad zaragozana de Fuendetodos.
Nació en 1746 y, un año después, la familia se asentó en Zaragoza. Comenzó ya de pequeño como aprendiz del oficio de pintor en el taller rutinario de José Luzán. Allí aguantó 4 años copiando estampas hasta que, finalmente, decidió establecerse por su cuenta. Según escribió él mismo, comenzó a pintar según su invención.
Con este pintar de su invención, comenzó por realizar una serie de imágenes caprichosas y sin sentido alguno, que tenían un carácter muy personal y un compromiso ideológico.
Pero, hasta que Goya viajara a Italia, su arte era muy poco académico y poco convencional. Por lo que no obtuvo un respaldo ni fama favorable. Ni siquiera consiguió el apoyo de la Academia de San Fernando.
Pero, a su regreso de Italia, ya había adquirido unos conocimientos en arte bastante fundamentales para el futuro desarrollo de su obra. Un ejemplo lo podemos encontrar el fresco situado en la Basílica del Pilar de Zaragoza que él mismo denominó “La gloria del nombre de Dios”.
Pero, a pesar del éxito conseguido con este fresco, el arte de Goya seguía siendo, por así decirlo, chabacano. Se centraba en reuniones nocturnas en las tascas de Madrid y en la representación de majas. Prefería estas representaciones antes que cuidar su reputación.
Por otro lado, alrededor de estas mismas fechas, lleva a cabo el primer autorretrato que conocemos. En el cuadro encontramos a un hombre cómo siempre se representó, tozudo, desafiante y sensual. Se puede apreciar a un hombre desafiante y, a la vez, inteligente. Con ojos oscuros y profundos, labios carnosos y todo enmarcado frente a un fondo negro, para, de esta forma, centrar la atención del espectador en su propia figura.
Cartonista de la Fábrica de Tapices
Poco más tarde, Goya recibió el encargo de realizar cartones para la Real Fábrica de Tapices de Madrid. Un terreno donde tuvo total libertad para crear, de tal forma que las 63 obras que realizó, entre 1775 y 1792, resultan ser las más atractivas de toda su creación. El primero de ellos que llevó a cabo fue el conocido como “Merienda a orillas del Manzanares”. Este es un tema popular y que da comienzo a una serie de obras que resultaron ser populares, vivos, graciosos y realistas. Entre estas obras caben destacar: El Columpio, El Quitasol, El Albañil Herido…
Este último fue realizado bajo ciertas condiciones por razones decorativas. En él se representan a dos albañiles que trasladan a un compañero herido, lo más seguro tras su caída de un andamio.
Pintor de la Corte
En 1779 solicitó el el puesto de primer pintor de cámara, un cargo que finalmente no le es concedido.
Más tarde, en 1785 es nombrado subdirector de pintura de la Academia de San Fernando. Y, al fin, en 1786, el 25 de Junio, consigue el puesto que tanto ansiaba. El y Ramón Bayeu son nombrados pintores del rey.
Con 40 años entonces, ya era conocido en Madrid como “Don Paco”. Se le habían abierto todas las puertas de los palacios y otras de algunas alcobas para retratar a sus dueños.
La enfermedad
En 1792 cayó gravemente enfermo en Sevilla. Y, a raíz de esa enfermedad, perdió la capacidad auditiva. Además, andaba con dificultad y se le desarrollaron algunos problemas de equilibrio y de visión. Aunque de esto último obtuvo una notable recuperación, la sordera sería ya de por vida.
Esta enfermedad y sus consecuencias se vieron reflejadas en su arte ya que el pintor tuvo que adaptarse a un nuevo estilo de vida.
La enfermedad se reflejó en representaciones oscuras y pesimistas y con ciertos toques grotescos.
El horror de la guerra
Al día siguiente de la insurrección madrileña contra el invasor francés, el pintor se echa a la calle, no para combatirlos, sino para empaparse de todo lo que estaba ocurriendo. Con ello, pintará alguna de sus obras más famosas, como: La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol de Madrid o Los fusilamientos del 3 de mayo.
A lo largo de toda la Guerra de la Independencia, el pintor aragonés irá acumulando una serie de estampas. Estas se denominarán “Los Desastres de la Guerra”.
El pesimismo del pintor que iba arrastrando desde su enfermedad se incrementará en esta época cuando muera su mujer. Entonces publica una serie de grabados que Goya tituló “Tauromaquia” y “Disparates”.
Finalmente, el pintor aragonés murió en Burdeos, Francia, el 16 de Abril de 1828, tras cumplir 82 años.